"Todas las felicidades se parecen, en cambio los infortunios tienen cada uno su fisionomía particular"

jueves, 5 de mayo de 2011

PARIS


Llegué a una casa en el mejor barrio de París. Era del siglo XVI  y extraordinariamente acogedora y bonita. Al entrar, una pareja mayor, jubilados ya, me saludaron, me enseñaron donde estaba cada cosa, me dieron las llaves y se fueron a su casita de la campiña. Era la primera vez que nos veíamos.
Me quedé allí, en medio de tan magnífica casa, con dos plantas diáfanas, con unos ventanales preciosos y enormes que daban a un patio. Abrí porque se escuchaba música. Un chelista estaba sentado en el patio y tocaba.
La casa tenía el calor de una casa habitada desde hace años, con sus cosas personales. Era muy hermosa.

Me la dejaron por nueve días porque sí, sin nada a cambio y sin conocerme de nada, y yo no podía creer que fuera verdad. Buscaba explicaciones donde no había nada que buscar. ¿Dónde estaría la trampa?
No había trampa alguna, solo dos personas mayores, generosas, libres, que tenían mucho que dar y no necesitaban  pedir.
Durante un buen rato dudaba entre salir a la calle -estás en París, joé !-  o seguir disfrutando la casa, los grandes ventanales, el chelo...
Sentí que algo bueno debí hacer en este mundo, para tener un regalo semejante.

Eso fue solo el inicio de muchos momentos mágicos que me estaban esperando.
Hoy he vuelto a recordar y me alegro. Es conveniente no olvidar los momentos especiales. Al fin y al cabo la felicidad es eso, un montón (cuanto mas grande mejor) de momentos especiales.

Ahora suena un violín en casa, mis perros dormitan uno a cada lado de mi, bien pegaditos a mis piernas y las golondrinas ahí afuera vuelven para acostarse.
No está nada mal.

1 comentario:

  1. Claro que no :)
    Me alegro mucho de que hayas vivido cosas así de lindas, y las que te quedan.

    Un abrazo

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